lunes, 14 de enero de 2019

CONFITERIA DE LAS ZARZAS O MICAELAS.



“Las Zarzas” o “Las Micaelas” y sus pastelillos de cabello de ángel

Corrian los años 1940 hasta 1960 cuando todo Librilla consumía los famosos pastelillos de cabello de ángel de las hermanas Carmen, Rosario y Josefica, conocidas cariñosamente por “Las Zarzas” o “Las Micaelas”. El origen de estos buenísimos pastelillos viene a través de Micaela, una señora cartagenera que tenía una confitería, la cual dejó por cierre, recayendo enseguida en la panadería-confitería de las hermanas “Las Zarzas”. Micaela fue la que les enseñó la receta de los pastelillos a Carmen, Rosario y a Josefina “Las Zarzas”. Tanto  les gustó a los librillanos estos pastelillos que a “Las Zarzas”  les añadieron otro apodo, que fue el de “Las Micaelas” en honor a la cartagenera Micaela. En este horno, que funcionaba con garbillas de pino y hecho con piedras del monte Carrascoy en forma de bóveda trabajaron también Pepe del Horno, Pepe “El Bombo”, Fernando “El Míster” y Juan “El Alhameño”. Todos los días se elaboraban unos 100 pastelillos de cabello de ángel y en épocas de fiestas, como las de San Bartolomé y Navidad se elaboraban unos 400 pastelillos diarios, los cuales fueron reconocidos como los mejores de toda la Región de Murcia. Los pastelillos se vendían en las dos confiterías-panadería que tenían “Las Micaelas” frente al ayuntamiento de Librilla y junto a la taberna que tenía “El Pencho”, así como también en la tienda de Pepe de la Juana, agotándose los pastelillos nada más salir de la boca del horno.
“Las Zarzas” también vendían, sobre todo por Navidad, mantecados de almendra, tortas de naranja, polvorones de almendra, rollos de anís y coco, cordiales y suspiros, todo elaborado por ellas. Y además frutos secos, legumbres e incluso revistas del corazón, caretas por carnaval y figuritas de San Blas.
Un bello y dulce recuerdo este de “Las Zarzas” o “Las Micaelas” para los librillanos que conocieron este bocado hecho manjar como fueron sus pastelillos de cabellos de ángel, receta que guarda como oro en paño un librillano enamorado de las costumbres del ayer.
ALFONSO PARDO