miércoles, 23 de octubre de 2013

VISITA DE MARQUÉS DE LOS VÉLEZ A LIBRILLA 1769

VISITA DEL MARQUÉS DE LOS VÉLEZ  A LA POBLACIÓN DE LEBRILLA

            En Octubre y Diciembre 1769, el X marqués de los Vélez D. Antonio Álvarez de Toledo visito su villa de Librilla. Posesión que perteneció a esta familia desde 1381.

A cosa de tres cuartos de legua encontró S.E., en un coche y tres calesines, al alcalde mayor don Antonio León, su teniente alcalde, escribano, fiel, guarda mayor de montes, y algún señor sacerdote de la villa de Lebrilla, marquesado de los Vélez. Apeáronse para hacer sus rendimientos, que agradeciéndolos S.E. muchísimo, continuó su marcha algún rato, hasta que se apeó al llegar al hermoso plantío que llaman de la Cañada Honda, que tiene más de seis mil olivos plantados por orden de S.E., bajo dirección de don Salvador Carrasco, con una gran casa con hermosa portada con las armas de S.E., con sala muy capaz, alcoba, cocina, despensas, horno de cocer pan y parador con varias cámaras para granos y otros frutos; la almazara con el rulo y tres vigas o prensas magníficas, patio y una escalera tan sumamente enojosa para subir a una azotea que no cabía S.E. y tuvo que bajar.
Volvió a tomar su coche y, al llegar a la villa, se apeó para ver el magnífico mesón que, de orden, idea y a expensas de S.E., se está construyendo. Repitió el reconocimiento de esta eminente obra, digna por cierto de un príncipe de su magnanimidad.
Muchísima gente, así de hombres como mujeres, y gran patrulla de muchachos, salieron mucho antes de la villa vitoreando a su Duque, dispararon un ramillete de cohetes, continuando éstos gran rato, dispararon morteretes, y una invención de cañas largas cargadas con pólvora, repicando las campanas. La calle, las ventanas y balcones estaban llenas de gente. Al apearse, encontró al señor cura, otros señores sacerdotes y vasallos de distinción, a cumplimentar a S.E. La villa tenía guardia puesta para contener la gente. Llegaron también varios sacerdotes y caballeros de su villa de Alhama a cumplimentar a S.E, hasta muchachos, no obstante estar dos leguas de distancia. A breve tiempo, un teniente del regimiento puso de guardias a S.E. una patrulla de sus soldados y de dragones de un piquete que tenía a su mando. S.E. comió con Bartolomé, cortejado de todos los nombrados, a quienes les hizo la fineza de darles dulces de un hermoso y grandísimo ramillete de cristal, con estatua de azúcar, merengue y batería de finísimos anises, huevos moles y papelitos con diabolines, y más que la villa presentó a S.E. de unos dulces exquisitos. Con la familia de S.E. comieron los administradores, alcalde mayor y otros.
Después de comer, vio una hermosa y frondosa huerta con naranjas, limones, palmas y cidras, que dan una fruta de especial tamaño, y otras frutas, propia de don Ignacio de Alarcón. Mandó a don Fernando que diese a peso duro a los vasallos que hicieron guardia y un doblón de a ocho a los soldados, y buenas propinas a los de la casa. Tomó su coche acompañado de la justicia, y mucha gente que le vitoreaba siguiendo hasta salir de la villa, que no se hace su descripción por haber S.E. pasado de largo, con ánimo de visitarla despacio a la vuelta; a la verdad merecieron con su espíritu de lealtad el agrado de S.E.
A cosa de una legua encontró, en un coche y cinco calesines, y a caballo, a la justicia de Alhama, con su alcalde, el dicho don Antonio León de Frías, que es también de su jurisdicción; alcaldes, regidores, ministros, guarda mayor del campo, etcétera, que cumplimentaron a S.E. Apeándose, les agradeció como acostumbra y, volviéndose a montar, siguieron el coche de S.E. Gran trecho antes de la villa salió la gente a recibirle con mil vivas. A la entrada del pueblo había un sinnúmero de gente y una soldadesca formada de gallardos jóvenes con muchos adornos, banderas, etcétera, que acompañaron a S.E. hasta la casa propia que tiene y la habita su administrador don Salvador Carrasco.

En diciembre el marqués a visitar la villa. Recorrió por tierra llana, excepto una rambla, dos leguas cortas a su villa de Lebrilla [Librilla]. Bastante antes encontró una soldadesca con sombreros muy engreídos y una bandera; después, a la villa, que le cumplimentó, apeándose de su cochecito. En el campo, en las calles y en las ventanas había muchas gentes, hasta la casa de don Ignacio Alarcón, en donde se alojó, como la otra vez. La soldadesca puso sus centinelas en la puerta principal y en la del parador. Recibió a don Jerónimo Vivo, cura; otros señores sacerdotes, un capuchino, uno de San Juan de Dios y otras personas del pueblo.
Pasó luego, acompañado de la villa, de su familia, de otros muchos y de la soldadesca, a la iglesia parroquial, con la soldadesca adelante haciendo descargas. A la entrada del templo el cura le dio el agua bendita y le recibió con los demás señores sacerdotes, repicaron las campanas, tocaron el órgano y voltearon la rueda de las campanillas del coro. Los púlpitos del presbiterio y del coro estaban con hermosos paños; los altares, iluminados. Hizo oración en el altar mayor y en otros. Mientras, la soldadesca repitió sus descargas. Montó a caballo y con otros fue a pasear en su hermosa hacienda de la Cañada Honda, con buena casa, almazara, etc., que ya se habló antes. Otros fueron a la misma hacienda a pie por una veredita, viendo la abundancia que había de gordas aceitunas en unos robustos y copudos olivos, cual nogales. Y cogiendo graciosas flores en un delicioso paseo, vieron todos despacio la casa, la almazara y fabricar aceite. S.E., a la vuelta, encontró de guardia una patrulla del regimiento de Murcia. El teniente de alcalde mayor de Alhama y otros vasallos distinguidos se despidieron de S. E., que les hizo muchas especies de agradecimiento. Fue a ver el gran mesón que, a expensas de S.E., se estaba construyendo, y el viejo, que es muy indecente. La familia acudió a un bailecillo, cenó con los de siempre y con el administrador de tabacos de Alhama. S.E., con Tobar. El tiempo, con algo de aire por la mañana, pero bueno lo restante del día, y la noche muy serena.
Después de algunos despachos y dar órdenes para su marcha, dado por medio de su mayordomo a los del alojamiento y a la partida de soldados del regimiento de Murcia, pasó enfrente de la ermita de la Concepción de Ntra. Sra. a oír la misa de Tobar. Recibió los cumplidos de los de Alhama, que se marchaban, del señor cura y sacerdotes, y de la villa.
El pueblo es bastante llano, pero está dividido por un horroroso barranco. Hay algunas casas muy grandes. Su iglesia parroquial de San Bartolomé muy graciosa, con cuatro capillas o grandes y bien formados nichos encalados, con buenos altares, con la asistencia de un cura párroco, don Jerónimo Bravo, y dos sacerdotes. Tres ermitas dedicadas a la Concepción de Ntra. Sra., de San Sebastián, y de San Agustín. Su vecindario de unas quinientas almas, gobernadas por el alcalde mayor de Alhama, dos alcaldes ordinarios, regidores, personero, y diputado. El temple de primavera, en el mes de que se habla; sus campos, fecundados en granos, olivas, frutas, naranjas, limones, flores y verduras.