viernes, 6 de junio de 2014

LA ROMERÍA DE SAN ANTONIO EN LA FINCA DE COMARZA

LA ROMERÍA DE SAN ANTONIO EN LA FINCA COMARZA


            El día de S. Antonio en Comarza. Las provincias de Levante Murcia 16 de Junio de 1897.

            La productivas laderas de las sierra de Carrascoy, cerca de cuyo pié corre el tranquilo Guadalentín, por la parte que conduce á la extensa y preciosa posesión del Excmo. Sr. D. Antonio Díaz Cañabate, denominada “Comarza”, presentaban, desde las primeras horas de la mañana del día 13, un aspecto animadísimo. Por puntos diferentes de los extensos campos de Alhama y Librilla veíanse llegar multitud de personas de todas las clases sociales, á tomar el mismo sendero y con el mismo objeto, alterando con la algazara y bullicio, propios de estos casos, la sosegada y silenciosa vida de la sierra.
            Todos caminaban en armonioso conjunto, sin distinción de clases ni gerarquias, por el camino que á Comarza guía, alegres y ansiosos de llegar para saludar y felicitar en sus días, al bondadoso dueño de la hacienda y á su no menos cariñoso hijo D. Antonio.
            El constante protector de cuantos á él acuden, Excmo. Sr. D. Antonio Díaz Cañabate, sus hijos, la encantadora y simpática Srta. Dª. Isabel, don Joaquín, diputado á cortes por el distrito de Purchena; D. José y D. Antonio Díaz Cañabate; hermanos D. Juan y D. José; hermana política amabilísima y virtuosa Excma. Sra. D.ª Josefa Cañabate de Ruiz Cañabate; sobrinas, las bellísimas señoritas Dª Carmen, Dª Dolores, Dª. Isabel y Sra. Dª. Adela Ruiz de Carlos Alix, y sobrinos don Emilio y D. Joaquín, cumplimentaban con el cariño y amabilidad que tanto les distingue, á cuantos iban llegando, obsequiándoles con dulces, licores y cigarros.
            A las nueve y media de la mañana la concurrencia en masa, acompañada de los dueños de la casa, se dirigió a la ermita, que estos cristianos señores han levantado en su propia hacienda, para que los honrados habitantes de la sierra tengan en donde poder cumplir cómodamente con el precepto primero de nuestra Santa Madre Iglesia, en donde se oyó una misa solemnísima, que cantó el ilustrado y venerable párroco de Cantoria D. Leonardo López Mira, acompañado de los Sres. D. Pedro Pallarés Méndez, teniente de la parroquia de librilla y D. Salvador Gil Lorente, de la misma villa, aventajado estudiante de Teología en el Sacro-monte de Granada, cuya misa fue oficiada por una improvisada orquesta, que los músicos y estudiantes de la repetida villa formaron con este objeto. Antes del Credo, el mismo don Leonardo subió al púlpito é hizo el panegírico de San Antonio de Padua.
            Todo cuanto yo pudiera decir en honor de la elocuentísima platica pronunciada por el Sr. López, resultaría pálido ante la realidad. Mi pluma no sirve para elogiar, cuál se merecen, la sencillez, claridad y la galanura de su expresión, la precisión de los datos históricos en el curso de su sagrada oración, y las excelentes dotes oratorias que puso de manifiesto. Baste decir que el heterogéneo público que le escuchaba quedó altamente satisfecho, lamentando no hubiera sido mas extenso, á pesar del sofocante calor qu se esencia. Si D. Leonardo López no tuviera ya conquistados la aureola y renombre de gran orador, el discurso pronunciado en la reducida, aunque monísima ermita de “Comarza”, le bastaría para obatenerlo.
            Terminado el Santo sacrificio de la Misa, se tornó á la casa, en donde el distinguido y festivo joven de Sotana D. Francisco Cayuela, hizo pasar á todos un rato divertido con sus chistosos dichos y limpios juegos de manos.
            Se pasó después al comedor  y aquí, como siempre, los Sres. Cañabate demostraron una vez mas su afabilidad con todo el mundo, su liberalidad y trato sencillo; sobre todo las señoras y señoritas antes mencionadas que, obsequiosas y galantes en extremo, se multiplicaban y atendían á todas partes, fraternizando en sus conversiones con las distintas clases de personas que en su casa albergaban.
            La comida fue suculenta, bien condimentada y abundante; los dulces, licores y habanos muchos y el café riquísimo.
            Cuando se acabó de comer, la orquesta que había oficiado la misa entretuvo agradablemente el tiempo tocando algunas piececitas. D. Valentín Martínez, de la inspección de Ferrocarriles, tocó y cantó en la guitarra noas manchegas, que bailaron las campesinas y últimamente estas ultimas también, bailaron y tocaron las clásicas malagueñas de esta tierra, que agradaron no poco, hasta las cinco de la tarde que llegó la banda municipal de Librilla, con su laborioso é inteligente Director D. Vicente Espada (padre), que tocó por espacio de dos horas, siendo aplaudida en todos los números que ejecutó.
            También los músicos, fueron obsequiados con dulces, licores y cigarros; y ya cerca de las ocho, al compás de la marcha de “Cádiz”, volviese de nuevo á la Ermita, cuyas puertas se abrieron a los acordes de la marcha real, de infinidad de cohetes lanzados al aire y de atronadores vivas al Santo y al Excmo. Sr. D. Antonio, que eran contestados con entusiasmo por la muchedumbre.
            La pequeña capilla ofrecía un golpe de vista sorprendente y fantástica; engalanada con exquisito gusto, adornada con muchas flores y profusamente iluminada; más parecía una casa ideal que la modesta capilla de un cuerpo.
            A las ocho y media de la noche la sierra de Carrascoy volvía a su vida normal y la luna alumbraba el regreso a sus hogares de los que por la mañana habían asistido a la fiesta onomástica del Excmo. Sr. D. Antonio Díaz Cañabate y de su señor hijo D. Antonio, volviendo todos satisfechísimos del día que habían pasado en “Comarza”, enumerando cada cual los beneficios que durante su vida ha recibido y constantemente recibe de tan respetable señor, y elogiando las muchas virtudes que adornan a tan distinguida familia.
            Así terminó el día de San Antonio en Comarza.
            Entre las muchísimas personas asistieron, vimos al rico minero de La Unión, D. José Ruiz, su esposa doña Maria Martínez y a la lindisima hija de estos Srta. Dª Trinidad; al joven e ilustrado abogado D. José Porras de Cartagena, a D. Bartolomé Martínez, a D. Francisco Gil Guillamon, secretario del Ayuntamiento de Librilla, su simpática y agraciada hija Juana, y otros cuyos nombres no sabemos de unos y de otros seria prodigo enumerar.
            Le anticipa las gracias más expresivas por la inserción de estas líneas en su popular periódico, y queda a sus órdenes.

                                                                                      El Corresponsal
                    15 Junio de 1897