domingo, 13 de abril de 2014

PREGÓN SEMANA SANTA 2014

PREGON SEMANA SANTA LIBRILLA 2014 Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades señor alcalde, señor sacerdote D. Alejandro Ilustrísimos presidentes de cofradías, hermanos cofrades, señoras y señores, amigos muy queridos que me acompañáis en estos momentos tan importantes para mí. Cuando se recibe un encargo como este de pregonar la Semana Santa del lugar donde uno a nacido y crecido, los recuerdos y las personas se agolpan inevitablemente en la cabeza, se repasa toda una vida, y uno piensa en primer lugar en la familia, mis padres, hermanos, mi mujer e hijo y los seres queridos que desgraciadamente ya no están, pero que tiempos atrás eran participes en estos actos. Por ello, permitidme también que, hablando de emociones y sentimientos, tenga una mención para alguien que por circunstancias de la vida, o mejor dicho de la muerte, no puede estar en este acto pero que lo tengo muy presente, mi hermano, que era un gran cofrade. Sorprendido estoy aun, al tiempo que agradecido a la junta de hermandades por el nombramiento como pregonero de esta Semana Santa de Librilla, supone un placer y un honor este cometido, a la vez que una preocupación, la de estar a la altura de mis antecesores, y espero cumplir con las expectativas que para un cristiano supone la Semana Santa y no defraudar la confianza de aquellos que pensaron en mi para este acto y más sabiendo que hay otros muchos y muchas personas idóneas para realizar este pregón, pero que ha recaído en mi por eso estoy muy orgulloso. Este humilde pregonero en este año 2014 tiene el honor de anunciar, o pregonar, los valores de nuestra Semana Santa, quiero transmitir mi más profundo sentimiento sobre aquello que creo, me identifico y defiendo con gran fe en mi condición de cristiano y cofrade. Es un aviso para la propia modestia, pero al mismo tiempo permite satisfacer una ilusión: exponer, sacar de mi interior un cúmulo de sensaciones, vivencias y sobre todo nostalgias que uno, muchas veces siente la necesidad de compartir. Dice Alonso Covarruvias que el pregón es: “la promulgación de alguna cosa que conviene se publique y venga a noticia a todos, ha de hacerse en voz alta y en sitios públicos”. Ciertamente se pregona una festividad, que es a la que se invita a participar, por eso lo pregonado es más importante que el pregón mismo; La Semana Santa. Creo que se cumplen estos requisitos para realizar el pregón, un marco incomparable para anunciar la pasión de Cristo esta gran iglesia de San Bartolomé, donde me bautizaron, hice la comunión, recibí la confirmación y me casé y acompañado de un gran público, todos los asistentes. Comenzaré con un pasaje de la Biblia: Y tomando consigo a los doce les dijo:”Mirad que subimos a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo del hombre todo lo escrito por los profetas. Porque será entregado a los gentiles, escarnecido, insultado y escupido. Y, después de azotarlo lo matarán. Luego resucitará al tercer día.” (Lc. 18, 31-33) Recordar cada año la Pasión y Muerte de nuestro Señor Cristo Jesús, es revivir su sufrimiento y tormento, su muerte en la cruz y su gloriosa resurrección. Es ser conscientes de nuestra cruz personal mediante nuestra propia reflexión espiritual y nuestra esperanza en nuestra propia resurrección. Ser conscientes del dolor, de la injusticia, de la necesidad de amor y tolerancia, del profundo sentido cristiano del perdón, que Cristo tan magistralmente, con su ejemplo directo nos enseñó. Otro año más nos encontramos ante el comienzo de uno de los actos más importantes en la vida de un cristiano representar la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor. Ante esta Semana Santa con tan importante significación y trascendencia para la población, los desfiles procesionales comienzan y nuestras calles se van a llenar de buenas imágenes, teatro, religión, color, música sentida, perfume de flores y sobre todo de una multitud de hombres y mujeres de profunda fe, dispuestos a revivir esos dramáticos momentos de la vida de Jesús y sus más allegados, para hacernos recordar a todos que aquello no sólo fue un acontecimiento pasado sino que se mantiene con validez de presente y promesa de resurrección futura. Hay que comprender el mensaje de este acto tan asimilado en el sentimiento cofrade, de modo que muchas veces, nos quedamos en los bordados de los estandartes, en la vistosidad y el arte de los pasos cargados de flores, sin llegar a ver que lo importante está detrás de esa imagen a la que acompañamos, el misterio de la Cruz, que nos da la salvación. Destacar esta semana donde se realiza este doliente espectáculo, como la parte fundamental de este acontecimiento, pero esta viene precedida de una conciencia espiritual y personal que comienza con la Santa Cuaresma y seguida de diferentes actos, de esas cofradías que hacen realidad que se lleve a cabo esta representación de la parte más importante de la vida de Nuestro Señor. Para conseguir dignificar a lo máximo este acto ha habido un arduo trabajo realizado durante todo el año con mucha ilusión y fe, con momentos de desanimo, con poca recompensa material, pero con una grandísima espiritual que no se puede describir. Por eso quiero realizar con mis palabras un gran reconocimiento a las juntas directivas de las hermandades y sobre todo a sus presidentes, que con gran responsabilidad llevan a cabo sus propósitos año tras año. Gines Menárguez, Francisco Ramírez, Salvador Belchí, Antonio Calderin. Y ante todo tener un recuerdo para aquellos que pelearon incansablemente para que nos llegue la Semana Santa hasta nuestros días. Pieza fundamental en el desarrollo de este acto era D. Manuel Guzmán, Juan José López (Bienvenido) y otros tantos que tan celosamente transmitían los valores de esta celebración para que perdurará en el tiempo. Destacar a hermanos-presidentes que a lo largo de los años han trabajado incansablemente para engrandecer aun más esta celebración D. José Antonio Hernández, José Olmos y D. Carlos García y un gran número de personas que han colaborado en la realización de este acto en las diferentes cofradías, por ello pido un fuerte aplauso para todos ellos. Sí, para hablar de la Semana Santa hay que hacerlo desde la fe, o al menos desde el drama de la duda de la fe: la fe en ese Dios que se encarnó hombre y sufrió y murió por nosotros, la fe en el que resucitó al tercer día. Sin ella, cualquier intento de glosar la Semana Santa podría ser profunda reflexión filosófica, pero se quedaría en el ámbito de lo intrascendente, de lo artificial, casi de lo vano. Sí, creo sinceramente que se necesita la fe para comprender, interpretar e intentar, humildemente, expresar nuestra Semana Santa. Por las calles de Librilla y muchos lugares dada la difícil situación que vive hoy en día el mundo, pasan a diario anónimas procesiones de hombres que cargan con su cruz y arrastran su pena y su dolor sin encontrar una mano amiga que, a modo de Cirineo, les eche una mano para aliviarle el peso de tanta injusticia e indiferencia y marginación. Y sucede que, al igual que hacemos durante la Semana Santa, nos gusta más ser espectadores que penitentes, somos más egoístas que solidarios. Y debemos mantener vivo el ejemplo de Jesús de Nazaret que sigue en estas fechas más vivo que nunca, doliente en cada hombre que vive entre sufrimiento y dolor. La Semana Santa ha de servir para saber que la Historia se repite. Y que hace falta trasmitir con más fuerza que nunca una serie de valores sociales que tan necesitados estamos hoy en día en una sociedad, donde los buenos actos religiosos se van perdiendo, y son fechas donde se aprecia la ausencia de redentores y sobran oportunistas. La Semana Santa no debe quedarse sólo en la creencia y pasión de una semana, sino que durante todo el año tenemos que seguir este ejemplo de valores que nos trasmitió Jesús. Semana Santa y “paso a paso, caminando, bajo el peso de la cruz, hacia el Calvario va Jesús”. Porque Semana Santa es sencillamente una forma de recordar y revivir los momentos culminantes de la vida de Jesús de Nazaret recorriendo el camino que le llevó a la Cruz para llegar después hasta la luz: su Resurrección. Semana de Pasión de dolor y muerte, en los desfiles procesiones en donde el silencio, se hace oración y, las miradas llevan consigo, la angustia de una petición que sale de lo más hondo del alma. Es Semana Santa y al final del dolor está la alegría de la Pascua de Resurrección. Y la vida sigue, pero después de este acto debería hacernos reflexionar sobre el verdadero sentido y mensaje que se quiere transmitir con este acto de la Pasión. SENTIMIENTO COFRADE. Como comente anteriormente, los recuerdos afloran ante la realización de este pregón y la proximidad de la semana de pasión. Todo cofrade esta condenado a acordarse de otros tiempos. Y todos los años están condenados a convertirse en pasado. Es la penitencia de la memoria, la mayor de todas, el dejar de vivir lo que se ha vivido. La primera salida se nos imprime en el alma, y soñamos con repetirla todos los años. Cumplir con tu deber de Cofrade, alentando, fomentando y esforzándonos por actualizar el espíritu religioso, y contribuir así, con tu pequeña aportación, a seguir escribiendo la historia de la Semana Santa librillana. Nunca has tenido una respuesta exacta a esa cuestión de penitencia, pero que sin embargo jamás planteas antes de vestirte la túnica que guardas durante todo el año, porque siempre conservas la fe que te enseñaron. De la palabra Nazaret viene la definición al encapuchado penitente, cofrade, el Nazareno. Este va viviendo su parte de pasión siguiendo aquel concepto de solidaridad con Cristo. Avanza en silencio, lentitud, anonimato, penitencia, ofrendas que todas las primaveras se renuevan para Dios. Siempre estás ahí, de nuevo con tu túnica, alzado sobre la planta de tus pies, y con el caminar digno y solemne. Quisiera tener un reconocimiento para aquellos nazarenos que desde su anonimato representan con gran fervor la Pasión de Jesús. Hay muchas formas de entender la Semana Santa, pero creo que esta va evolucionando su sentido paralelo a las etapas de la edad de las personas y de las circunstancias de la propia vida. Porque es difícil entender esta celebración y todo lo que la rodea sin buscar en los escondidos caminos del alma aquel olor de infancia que todos evocamos para buscar el niño que fuimos. Todos hemos sido niños. Los niños, grandes protagonistas en estos días, conforman junto a las procesiones, una de las estampas más hermosas de la Semana Santa. Con los ojos abiertos de par en par van descubriendo poco a poco la belleza de la tradición que celebra la localidad. Delante en primera fila en los pies de sus padres con la bolsa preparada para recoger los caramelos como premio a su paciencia, pero siempre desde la inocencia preguntan hasta la saciedad que es lo que se representa en estos actos. Este acto-teatral de la pasión de cristo, viene representándose a lo largo de los siglos, pero creo que nunca ha perdido la esencia fundamental de lo que quiere transmitir y recordarnos. Las últimas horas del redentor de nuestros pecados. Estos fundamentos siguen hoy en día más vivos que nunca, y esta esencia nunca debe perderse, hay que trasmitir generación tras generación los valores fundamentales de esta celebración, para ello desde este lugar privilegiado pido la participación de todo el mundo en este acto tan importante en la vida de un cristiano la Semana Santa. Con el comienzo de la Semana Santa, se renueva una ilusión. Y también aparecen otras nuevas. ¿Cuántos niños saldrán hoy por primera vez? La misma alegría de sus padres, la misma sorpresa del niño, que desde su inocencia solo aprenderá a valorar la verdad de este día cuando pase el tiempo, cuando los años le hayan llevado a conocer el verdadero sentido de este acto. Desde mi niñez a nuestros días es un acto que se repite un año tras otro, pero siempre hay algo en común desde la primera vez, el nerviosismo que recorre mi cuerpo cada año antes de comenzar las procesiones es algo que no se puede narrar, un orgullo y una ansiedad, por participar en este acto de celebración de la Pasión de Cristo. Siempre vienen recuerdos infantiles porque es en esas edades creativas y sugerentes cuando se nos marcan los porqués de las cosas, sentimientos, los dolores y las alegrías. Y es de ese bello instante del que nos quedan más sentimientos y los más íntimos recuerdos. Mis recuerdos de niñez evocan a una celebración solemne, con imágenes que uno no entiende lo que representan y todo es una continua curiosidad de lo que representan, un hombre con una cruz acuestas, otro clavado en una cruz, mujeres con gran sentimiento de pena en su rostro, hombres con raros capirotes. Una gran curiosidad me invadía, y empiezo a realizar continuas preguntas a mis padres de el porque de estas procesiones y que representan, después de explicármelas varias veces a uno todavía le quedaban grandes dudas que con los años se resuelven. Sobre todo en estos años de infancia valorabas la recogida de caramelos con tus amigos y te impresionaban las bandas de tambores y cornetas. Pero ante este bullicio de caramelos, trasiego de gente, se me quedo impregnada en mi retina y en la mente la gran solemnidad que acompañaba a estas imágenes y sobre todo la gente mayor pidiendo silencio y respeto al paso de las imágenes repitiendo “que dios esta muerto”. Estas fechas recuerdo la llegada de la primavera, los olores a flores de los tronos y su gran colorido, el olor a azahar que se encuentra en todo el pueblo, el bullicio en las calles preparando la salida de las procesiones, con un trabajo incansable en las sedes de las hermandades, dando los últimos retoques a los tronos. Pero todo esto ha comenzado ya días atrás con la realización de la Cuaresma, recuerdos de no poder comer carne desde el miércoles de ceniza, todos los siguientes viernes. También un recuerdo especial el bullicio en la casa de mis padres realizando las viandas típicas de estas fechas: diversos tipos de ensaladillas, empanadillas para las procesiones, potaje con sus albóndigas de bacalao para el viernes santo, arroz con leche, torrijas y como no las típicas monas para el domingo de resurrección “día de la mona”. En estas fechas ensalzar la unión de todos mis hermanos preparándonos para salir portando a nuestro padre Jesús Nazareno y al Cristo de la Columna, mi madre la pobre desbordada, colocando túnicas y los cordones, a los hijos y nietos, preparando guantes de un blanco impoluto para cada uno. Esta tradición de familia cofrade no se pierde y cada vez se refuerza más con las siguientes generaciones. Sobre todo tengo un cariño muy especial de una túnica que perteneció a mi abuelo, de raso, que hemos llevado todos los hermanos y que ahora con el paso de los años y cientos de procesiones, se encuentra con girones y sobre todo raída en los hombros de portar los tronos, por ello se ha convertido en el gran símbolo Nazareno de una familia, y la tengo por eso presente en este día tan especial, al igual que mi pequeño tambor, con el que me inicie en la pasión de la Semana Santa. Con 6 años me introduje en el mundo de la Semana Santa en la banda de tambores y cornetas de los coloraos, esas noches de ensayos tocando mi pequeño tambor, y esas largas procesiones con gran solemnidad, es uno de mis más bellos recuerdos. Incluso cuando me operaron de los pies en fecha cercana a la Semana Santa y mi única obsesión era preguntarle al médico si podía salir tocando mi tambor en las procesiones y vaya que lo hice. Con mi preparación para recibir la primera comunión, el sentimiento religioso se hacía a un más patente, impregnado por la educación de mis padres en la fe católica y sobre todo los buenos valores cristianos que trasmitía el cura-párroco Don Manuel Guzmán, que incluso me llevo con 12 años a pasar a englosar el nutrido grupo de monaguillos de la parroquia. Este párroco fomento en los años 80 los valores fundamentales de la Semana Santa, fueron años de un gran auge de esta celebración en la población. En los años 90 tras varios años llevando el cirio de Nazareno de la hermandad de Jesús, como una recompensa pase a llevar el trono, eso era algo grandioso y muy orgulloso de portar a mis hombros el Cristo a la Columna. Recuerdo que era llevado en un trono pequeño portado solamente por portadores jóvenes, que aunque terminabas agotado físicamente, era una experiencia moral muy reconfortante. Momento muy importante fue con la llegada del grandioso trono de nuestro padre Jesús, un gran escenario, una nueva ilusión, para la representación de la pasión de Jesús. Desde mis años de infancia siempre me he sentido identificado con esta representación de la pasión de cristo, incluso valorando la importancia espiritual que esta celebración me aporta. Reflexionando un año sin salir realizando el camino de Santiago, uno valora la verdadera importancia que como cristiano y cofrade tiene transmitir mediante esta representación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús los valores de la fe cristiana. El cofrade debe sentirse y saberse un esforzado de la Fe, un mensajero de la Esperanza, un instaurador de la Caridad. No hay más que un estilo cofrade, el estilo cristiano, el sumar y multiplicar. No hay más que un color de túnica, el color de seguidor de Jesús de Nazaret. Y no hay más que una lengua, la que sirve para alabar a Dios y respetar al hermano con sus limitaciones y virtudes para “Amaos los unos a los otros como él nos amo” y no que nos amemos los unos contra los otros. CONTEXTO HISTÓRICO. Debido a mi profesión faltaría a mis principios si no hiciera una breve reseña histórica de la Semana Santa. Como cualquier celebración cultural, la Semana Santa española se ha consolidado a través de los siglos. El punto de partida para esta celebración fue claramente, la muerte de Cristo, de donde recoge la temática, aunque la celebración que contemplamos hoy es el resultado de siglos de evolución. Inicialmente las cofradías de Pasión son muy antiguas y realizaban sus representaciones con gran dramatismo en las que escenificaban la muerte, entierro y resurrección de Cristo. Un momento significativo en la historia de la Semana Santa en España es 1521, cuando el Marqués de Tarifa volvió a España de Tierra Santa. Tras su viaje, institucionalizó el Vía Crucis en España, y desde ese momento este evento sagrado se celebró con una procesión. Con el tiempo, la práctica del Vía Crucis se dividió en distintas escenas de la Pasión, muerte y resurrección, con la incorporación de cruces y altares portátiles. Esto desembocaría en las actuales procesiones. En España y nuestra región se remontan claramente al siglo XVI, tras la realización del concilio de Trento se generalizo este importante acto de recuerdo del final de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, realizando una puesta en escena con imágenes naturales y veraces que representen aquellos momentos tan dramáticos que vivió nuestro Mesías, buscando la devoción del fiel, sacando estas procesiones a la calle para que los que por su voluntad no entraban en la iglesia, al encontrarse con ellas en la calle pensaran en el momento de la Pasión de Cristo que las imágenes representan. Importante el surgimiento en el siglo XVIII la figura de nazarenos, que vienen a sustituir a los flagelantes, que fueron prohibidos por Carlos III, dado que era un espectáculo que repugnaba por ser muy sangriento con reminiscencias de la Edad Media. Por lo tanto la configuración de las actuales procesiones viene estructurada desde el siglo XVIII. En Librilla el origen de las cofradías surge hacia el siglo XVI, cofradías como la de San Bartolomé, las ánimas, el corpus. Pero sobre todo en el siglo XVII es cuando aparecen las cofradías procesionales de Semana Santa, destacando la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Destacar un documento sobre un informe de las Cofradías de la población de Librilla: Murcia a 11 Diciembre de 1770. Muy Señor mió en vista de la carta de 14 de Octubre pasado, de próximo en asuntos de Hermandades, Cofradías, Congregaciones y Gremios. Esta solo hay en esta villa cofradías la del Santísimo Sacramento, Soledad, Jesús y Animas, las cuales están a expensas de las limosnas que dan los fieles por su devoción, y se convierten en el culto de las soberanas imágenes. La cofradía de Jesús, también se sufraga a expensas de las limosnas quedan los fieles por su devoción, tiene de gasto en cada un año 150 reales en la festividad de la exaltación de la Santísima Cruz, y en la de Sermón de Disciplina y Curación de Penitentes en el día del Jueves Santo de cada un año. La Semana Santa en Librilla estaría muy presente hasta los años de la Guerra Civil, que quedará interrumpida por el conflicto, en los años 40 se retoman las procesiones, con la adquisición de nuevas tallas, debido a que las anteriores fueron destruidas desgraciadamente durante la contienda civil. A finales de los 70 también quedan un periodo suspendidas debido a la problemática de los desfiles por el aumento del tráfico. Pero a partir del 1981 las procesiones vuelven a las calles hasta nuestros días. La Semana Santa abarcaría desde el domingo de ramos al domingo de resurrección, pero hay casos como este de Librilla que comienza antes con el vía crucis del jueves y el viernes de Dolores. El jueves sale a la calle el vía crucis, su significado es «camino de la cruz» y se refiere a las diferentes etapas o momentos vividos por Jesús desde que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura, realizando las 14 estaciones o escenas del recorrido de la cruz. Sale a la calle Jesús Nazareno, una imagen realizada por el escultor murciano Sánchez Lozano en los años 40, es una imagen de Jesús cargando una cruz y con corona de espinas, que muestra una gran mirada perdida y un gesto resignado del dolor humano en un momento de fracaso. Este hombre cargado con la cruz, esta representando a toda la humanidad cargando con todos sus pesares. Su recorrido es por los barrios más antiguos de la localidad (barrio de la iglesia, barrio de la cruz etc...). La imagen procesiona con miembros de la Hermandad de Jesús, y acompañantes del pueblo, va camino hacia el Calvario representando las 14 estaciones con una gran solemnidad, preparando el camino para la representación de la semana de pasión y muerte de Jesús. Los desfiles procesionales se abren en viernes de Dolores, por la hermandad de San Juan evangelista. Tras la eucaristía y el besamanos de la virgen de los Dolores, esta sale a la calle a los hombros de las hermanas cofrades de San Juan desde 1993, con túnica blanca y fajín rojo. La virgen es una preciosa obra del escultor murciano José Sánchez Lozano, realizada en los años 40 esta imagen de grandes rasgos salzillescos, con su gran manto procesiona como madre de Jesús, buscando consuelo a su dolor entre las estrellas de la noche. Recuerdos del Domingo de Ramos, uno de los actos más participativos por parte de los niños y es la única procesión que no tiene imágenes. Tempranamente empieza el repique de las campanas, llamada a celebrar esta gran liturgia, la gente con sus mejores ropas para la ocasión, incluso recuerdo un refrán tradicional “el Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos”. Los niños especialmente, con sus palmas y sus ramos de olivo en las manos, igual que el resto de asistentes en el plano de la iglesia, todo engalanado y preparado para la bendición y para la procesión por los alrededores del templo. Es un día de gran ilusión por la llegada de Cristo a la Ciudad Santa en este caso en nuestro pueblo, nos unimos al pueblo hebreo que jubiloso, celebra la llegada del Mesías y cantando “Bendito el que viene en el nombre del Señor” estaremos alegres porque ya tenemos entre nosotros al Salvador de la humanidad. A continuación la eucaristía representando la oración del huerto por parte de Cristo. Al finalizar el acto y en los días siguientes se aprecian las palmas y ramos de olivos por los balcones de la localidad recordando nuestra fe en la vida. En la procesión del Martes Santo se produce una mezcla de la tradición murciana y librillana envuelta con la dignidad franciscana. Túnicas marrones tradicionales se fusionan con la típica túnica huertana barroca. Resuenan desde las primeras horas de la noche grandes bocinas y tambores sordos, marcando un paso de gran solemnidad y penitencia desde la Calle Pío XII, sale desfilando con gran fervor el Cristo de la Consolación y Nuestra Señora de la Penas, un gran silencio penitente recorre toda la procesión solo alterado por el canto de unas saetas a ambas imágenes. Las imágenes transmiten ese mensaje de esperanza y luz dentro de las tinieblas. El Miércoles Santo es la procesión del silencio, con el desfile de la cofradía de los coloraos portando el Cristo del Perdón, un cristo al que desde niño le tengo una especial devoción, por el mensaje de esperanza y tranquilidad que me aporta, a la vez que emoción al contemplarlo. Clavado en su cruz y con la mirada perdida, desfila con gran misericordia y entereza, entregando su luz y perdón a la humanidad. Desde su salida del lavador la procesión con una gran solemnidad recorre las principales calles del pueblo, el silencio se hace a su paso acompañado con el repicar lento de los tambores, queriendo recordar su crucifixión como esperanza y salvación para el hombre. El Jueves Santo, abre el denominado Triduo Pascual, que se prolongará hasta el Domingo de Resurrección. Por la tarde comienza con la celebración de la Eucaristía de la Santa Cena y el Lavatorio, se revive la escena que aconteció en el Jerusalén de hace mas de dos milenios. Doce hermanos de la cofradía de Jesús son los elegidos para representar el Lavatorio. Tras terminar los actos litúrgicos llega el inicio de la procesión, donde reviviendo aquellos momentos de angustia, los pasos procesionales salen a desfilar, representando las escenas de la pasión de Jesús dirigido hacia su sacrificio. Abre el desfile la hermandad de Nuestro Padre Jesús vistiendo sus túnicas moradas y resaltadas sus blancas puntillas. El cristo de los Azotes sale portado con gran solemnidad por las hermanas de la cofradía, seguido del Nuestro Padre Jesús Nazareno portado por los hermanos. Jesús porta la cruz y la corona de espinas, con sacrificio y humillación, pero transmitiendo un sentimiento de paz y serenidad que mezcla humanidad y divinidad. Los portadores a modo de símil soportan sobre sus hombros sin flaquear el peso físico de este trono recordando el peso de nuestros pecados que tuvo que soportar Jesús simbolizado en esta cruz. Acompañando los tronos gran cantidad de nazarenos que nos demuestran su particular penitencia. A continuación desfila la cofradía de los coloraos con el Cristo del Perdón que muestra todo su dolor antes de morir perdonando nuestros pecados, con la mirada perdida hacia el cielo. Siguiendo a Jesús en sus últimos momentos de vida, su fiel discípulo Juan, acompañado por la madre de Jesús, portados por la Hermandad de San Juan Evangelista con sus túnicas blancas símbolo de fe y pureza y la capa roja símbolo del martirio. El viernes santo es un día de intenso dolor, pero dolor dulcificado por la esperanza cristiana. El recuerdo de lo que Jesucristo padeció por nosotros no puede menos que suscitar sentimientos de dolor y compasión, así como de pesar por la parte de culpa, que tenemos por los pecados del mundo. Viernes Santo por la mañana, empieza el bullicio alrededor de la iglesia, se preparan todas las cofradías para celebrar la liturgia de la Pasión del Señor. En la plaza del ayuntamiento se aprecia un gran colorido de túnicas y redoblar de tambores. La procesión comienza, es un día grande de primavera para el pueblo de Librilla, los pasos procesionan por las principales calles del pueblo, destacando su paso por la plaza de la muralla y el encuentro que se realiza en la plaza del ayuntamiento. El cortejo comienza con la salida del cristo de la columna, seguido de la imagen del nazareno y ambas acompañadas por el discípulo fiel y la madre sufriente, la Dolorosa, es una procesión de gran colorido en una mañana brillante, la música de tambores y cornetas acompaña el cortejo, y el silencio sólo es roto con el quejido de una saeta, que sale del interior del alma. La llegada se presenta muy emocionante es el momento del encuentro entre Jesús, su madre y discípulo, la concentración al acto final es muy cuantiosa. Antiguamente desde el balcón del ayuntamiento se procedía por parte del párroco a dar un sermón antes del comienzo del encuentro. Con el sonido del himno nacional llevado a cabo por la banda de la población se lleva a cabo este encuentro donde la emoción es mayúscula, un gran sentimiento recorre a los portadores y los asistentes, finalizando con el levantamiento de los tronos al cielo de Librilla, los vítores a la imágenes son continuos acompañados de grandes aplausos. Recordando este acto histórico nos damos cuenta de la importancia que como pecadores, tuvo este momento para nuestra salvación. En la celebración de la liturgia por la tarde, no se celebra la Eucaristía y se procede a la adoración de la Cruz. La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza. La procesión del Santo Entierro, que comienza con el símbolo de la Cruz vacía, con las lanzas y la toalla, portada por la hermandad de Jesús, seguido del cristo yacente o de la cama, cuerpo muerto y sin vida, escoltado por las autoridades va camino de su sepulcro, portado por los nazarenos de la cofradía de los coloraos. Seguido por San Juan como discípulo fiel y testigo de la vida de Jesús y la madre de Dios, la virgen de la Soledad preciosa imagen salzillesca de Sánchez Lozano, representando su máxima expresión de dolor y atravesado su corazón con las siete flechas de sus dolores, pero con la esperanza en su rostro en la resurrección. Termina el viernes de pasión marcando una honda reflexión en los sentimientos de los cristianos, sobre el sacrificio que tuvo que hacer Jesús para la salvación del mundo. El sábado santo es un día de luto, silencio y espera, se medita por la pasión y muerte de Jesús. Jesús descansa en su sepulcro, mientras que su madre, María, le vela. El Domingo de Pascua es el día en el cual Jesús salió de su sepulcro, resucito, es un día que se interpreta como el camino de la esperanza, la luz ha vencido a las tinieblas. Cristo resucitado en actitud triunfante, la cruz símbolo de su martirio aparece ahora como símbolo de su triunfo. Tras la liturgia se procederá a una procesión a cargo de representantes de todas las cofradías por los alrededores de la iglesia. Hecho este pregón, me gustaría animar a todos a intentar recuperar algunos de los aspectos más tradicionales de nuestra Semana Santa que han desaparecido o se encuentran en vía de hacerlo; porque las tradiciones son las señas de identidad de un pueblo y si se pierden, éste pierde su personalidad y su carácter. El pueblo que no recuerda sus raíces es un pueblo muerto, no todo es hormigón y bienestar, el ser humano necesita cultivar sus creencias para seguir amando. Pobre de aquel que no tenga nada que recordar. Una sociedad que se precie de ser cristiana no puede por más que entender ese mensaje de Jesús y aplicar su mandamiento, tiene que entender que el respeto no es incompatible con el afecto, que la libertad no lo es con la obligación, que el orden no lo es con la igualdad, y que todos los valores podemos y debernos cultivarlos al mismo tiempo, como lo hizo Él. Y en una celebración cristiana como la Semana Santa no podemos dejar de entender y aplicar este mensaje. ¡Feliz Semana Santa y la mejor Pascua para todos! Muchas gracias por vuestra atención